lunes, 18 de marzo de 2019

Una reflexión en torno a Marsilio Ficino

Dice Marsilio Ficino en sus comentarios al Banquete de Platón  que cuando nos referimos al Amor, debemos entender “deseo de belleza”.  Hoy cumplo 47 años, una edad indeterminada, ya que no soy ni joven ni vieja, en teoría debería estar en ese estado que se llama “plenitud de la vida”. Supongo que es porque he aprendido cosas y me he vuelto un poco más sabia, y aún no tengo a la demencia senil en mi cabeza para ayudarme a olvidar lo aprendido. Y después de esta digresión, regreso a Ficino, con su deseo de belleza, y me queda claro que la belleza a la que se refiere no es la exterior, sino la interior, la que habita en el alma de los seres humanos, y ¿por qué no? también de los animales (este último comentario ya es muy personal).

Afirma entonces el filósofo (1433-1499) que “la belleza del alma consiste en la verdad y en la sabiduría…” y que ésta es algo así como una luz invisible. Y esta reflexión en torno a mi cumpleaños me lleva a hacer un recuento de los daños acontecidos en el último año de mi vida. Puedo afirmar que el tiempo pasado ha sido bastante rocoso. Mis 46 trajeron muchas pérdidas, tanto materiales como emocionales, pero hoy quiero dar gracias a ese Hado divino por todos los aprendizajes obtenidos.

En el tiempo pasado he aprendido a no darme por vencida, a convertirme en un ave fénix y constantemente resurgir de mis cenizas, aprendí a transformar los momentos más difíciles en fortalezas y motores que impulsan la movilidad, aprendí a escucharme a mí misma, algo sumamente difícil ya que tendemos a apagar nuestros pensamientos con una multitud de actividades inútiles como ver la televisión, jugando en línea o en las redes sociales. Aún intento aprender a relacionarme con las personas, ya que en una confesión muy íntima, afirmo que me asustan un poco. Y finalmente aprendí a vivir cada día con amor.

Todo lo anterior puede no ser más que un inmenso lugar común. El detalle está en que, como todo lugar común, se escribe mucho, más se practica poco. Ficino afirma que. “ … continuamente se cambian costumbres, hábitos, opiniones, apetitos, placeres, dolores, temores y ninguno de ellos sigue siendo él mismo o semejante; las cosas de antes se van, y les suceden las nuevas”.  Y es entonces que las cosas mortales se transforman en inmortales; todo evoluciona y se transforma, mas no muere. Así es que a través de la vida nos vamos volviendo un poco más sabios, más listos, tal vez más humanos.

Me gusta cumplir años, me emociona la idea de que cada día me acerco a la fabulosa experiencia que es morirme, pero al mismo tiempo me apasiona la vida; recuerdo con nostalgia todas las personas que he sido, me apasiona la idea de imaginar aquellas en las que me convertiré, y espero con ansias conocer a todos aquellos que, en algún momento o circunstancia, van a cruzarse en mi camino y me van a enseñar algo magnífico.

Amo leer y escribir. Esa es mi pasión desde que era una niña. Amo las sorpresas tanto como las historias de vampiros y fantasmas. Amo levantarme cada día y manejar a mi trabajo mientras contemplo un cielo oscuro y estrellado, amo comer mandarinas y alcachofas con mayonesa y en las horas más solitarias y silenciosas de mis días, amo escribir estas líneas esperando que sus años, los que sea que cumplan aquellos que tienen la audacia de leerme, sean tan prolíficos, especiales, y maravillosos como han sido los míos.

Y cierro estas líneas con unas palabras de este libro que me obsequió un amigo al que quise muchísimo. “ Quiera Dios que el alma sea herida por la imagen de la belleza, que tiene el lugar del sol, como un cierto rayo que penetra por los ojos”…

Feliz  fin de semana.


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